LOS TRES CEREBROS
La vida de cada uno es un proceso completo que sigue el orden natural de los seres vivos: sentir, hacer, pensar. En occidente estamos acostumbrados a hacer lo contrario, primero pensamos, luego hacemos y al final sentimos y llegan las “ay madre mía” o “¿lo habré hecho bien?”. Hemos perdido el niño interno que, de forma natural, cuando siente hambre llora (acción) y entonces la madre le da la teta. Es cuando se queda saciado que piensa y se da cuenta que si cuando siente hambre llora tendrá el alimento. El movimiento comienza pues desde el corazón, el sentir, nos conduce a las tripas, el hacer, y termina en la cabeza, el pensar. Los tres cerebros que tenemos de los que últimamente se habla tanto. El cerebro de la cabeza, el del sistema digestivo y el del corazón.
El cerebro de la cabeza se divide a su vez en tres cerebros, con tres modos de procesar la realidad:
- El cerebro reptil es el más primitivo en nuestro cerebro y se encarga de los instintos básicos de la supervivencia. Resuelve el 80% de nuestra supervivencia diaria.
- El cerebro emocional o sistema límbico (cerebro medio) es la porción del cerebro situada inmediatamente debajo de la corteza cerebral y encima del cerebro reptil.
- El cerebro racional o corteza cerebral. Por encima del bulbo raquídeo y del sistema límbico, la naturaleza puso un cerebro adicional, el cerebro racional y dio nacimiento al Homo sapiens. Permite el pensamiento abstracto, va más allá de la inmediatez del momento presente y nos posibilita desarrollar un yo consciente (El Ego).
El cerebro del sistema digestivo. Su estructura neuronal posee la capacidad de producir y liberar los mismos neurotransmisores, hormonas y moléculas químicas que produce el cerebro de la cabeza. En nuestro sistema digestivo se produce y almacena el 90% de la serotonina de nuestro cuerpo, su función es esencial: absorción, aporte nutricional y movimientos musculares. Es la misma serotonina que en un 10% se crea en el cerebro de la cabeza y de la que depende nuestro bienestar.
El cerebro del corazón. Se ha descubierto que el corazón contiene un sistema nervioso independiente y bien desarrollado con más de 40.000 neuronas y una compleja y tupida red de neurotransmisores, proteínas y células de apoyo. Gracias a esos circuitos tan elaborados, parece que el corazón puede tomar decisiones y pasar a la acción independientemente del cerebro de la cabeza; y que puede aprender, recordar e incluso percibir. Existen cuatro tipos de conexiones que parten del corazón y van hacia el cerebro de la cabeza. Es el corazón el que produce la hormona ANF, la que asegura el equilibrio general del cuerpo: la homeostasis. Uno de sus efectos es inhibir la producción de la hormona del estrés y producir y liberar oxitocina, la que se conoce como hormona del amor.
Hay una relación continua de intercambio de información entre los tres cerebros nombrados.
RESONANCIA MÓRFICA O CAMPOS MORFOGENÉTICOS
En una entrevista realizada por Eduardo Punset al bioquímico y filósofo Rupert Sheldrake, artífice de la teoría de los campos morfogenéticos, se puso un ejemplo muy gráfico para explicar de qué hablamos. El científico habló de cómo los perros intuyen con antelación la llegada de sus amos.
La causa no es la rutina ni las expectaciones creadas por las personas que están en casa y tampoco se debe al ruido de los coches, puesto que ciertas personas llegan a casa en taxi, en bicicleta o en tren. Parece que se debe a algo similar a la telepatía. El perro capta la intención de volver a casa que tiene su amo, incluso a veces lo nota antes de que la persona se vaya de casa, cuando dice adiós, cuando planifica la hora de regreso, entonces es cuando el perro lo detecta.
Rupert Sheldrake considera que existen campos mórficos, campos morfogenéticos de información, que van moldeando nuestra existencia como parte de una especie. Estos campos son invisibles, como lo es la gravedad, pero pueden ser observados por sus efectos. En las palabras del mismo Sheldrake, la teoría de la resonancia mórfica, explica la interconexión que muchas personas perciben entre sí, a distancia. Esto no es sólo una teoría para explicar la telepatía, sino para explicar la evolución conjunta de una especie influida por campos colectivos de información que van más allá de su mera genética: ideas, pensamientos y acciones que se convierten en hábitos y que van in-formando la memoria que comparte una especie y de esta forma interviniendo en su desarrollo. Tenemos aquí la evolución científica de los conceptos de campos akáshicos de la filosofía védica y del inconsciente colectivo de Carl Jung.
La resonancia mórfica es un principio de memoria en la naturaleza. Todo lo similar dentro de un sistema autoorganizado será influido por todo lo que ha sucedido en el pasado, y todo lo que suceda en el futuro en un sistema similar será influido por lo que sucede en el presente. Es una memoria en la naturaleza basada en la similitud, y se aplica a átomos, moléculas, cristales, organismos vivos, animales, plantas, cerebros, sociedades y, también, planetas y galaxias. Así que es un principio de memoria y hábito en la naturaleza. La naturaleza misma es memoria, el espacio es una especie de inmensa biblioteca que transmite constantemente la información que almacena de manera no-local. Una fracción de segundo en realidad es un fractal de todos los siglos. Todo lo que pasó sigue pasando … El ADN, más que el «libro de la vida», es el sintonizador o decodificador de la memoria: el libro de la vida, está inscrito, en su totalidad, en cada cosa. Un aspecto importante de la resonancia mórfica es que estamos interconectados con otros miembros de un grupo social. Los grupos sociales también tienen campos mórficos, por ejemplo una parvada de aves, un cardumen de peces o una colonia de hormigas. Los individuos dentro de un grupo social más grande y los mismos grupos sociales más grandes tienen su propio campo mórfico, sus patrones de organización. Lo mismo se aplica para los humanos.
Lo que haces, lo que dices y lo que piensas puede influir a otra persona por resonancia mórfica. Así que somos más responsables de nuestras acciones, palabras y pensamientos bajo este principio que lo seríamos de otra forma.
Por otro lado, Montagnier (co-ganador de un Premio Nobel) y su equipo dicen que el ADN emite señales electromagnéticas que imprimen la estructura del ADN en otras moléculas. En cierta forma esto significa que el ADN se puede autoproyectar de una célula a otra, donde se realizan copias, en una especie de teletransportación cuántica de material genético. El ADN, como los electrones y todas las partículas que componen el universo, exhibe propiedades de conexión a distancia. Un acercamiento, quizá, a que lo que permite que el universo sea telepático. El ADN, el código de la vida en la Tierra y probablemente en el universo, es un organismo capaz de transmitir y recibir información a distancia como una antena.
«Todo es presencia, todos los siglos son este Presente”. Octavio Paz